La historia de Chapecoense, un club chico que cae en tragedia.

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El finalista de la Copa Suramericana sufrió un accidente aéreo llegando a Medellín.

Cuando el delantero Bruno Rangel llegó al Chapecoense en el 2013 se encontró con un club recién ascendido a la segunda división brasileña, sin campo de entrenamiento ni gimnasio. Pocos retenían el nombre de este equipo olvidado. Sin embargo, todo el continente ahora lo conoce por ser el sorprendente finalista de la Copa Suramericana. Y ahora, tristemente, por la tragedia aérea.

Chapecoense llegó en la Copa a donde llegó gracias al pie salvador del arquero Danilo en el último minuto contra el San Lorenzo, por su victoria en los penales frente a Independiente y la goleada posterior al Junior de Barranquilla. Pero, sobre todo, gracias al descaro de un equipo humilde que no ha tenido miedo de disfrutar de su suerte. Porque no siempre fue así.

Debilitado por los años de lucha en las duras divisiones inferiores del fútbol brasileño, el ‘Verdao del oeste’ estuvo a punto de desaparecer hace una década. Al borde de la bancarrota, la existencia del club de Chapecó, en el lejano interior de la sureña Santa Catarina, parecía inviable.

Aunque la historia reciente de este club con 43 años de vida es también la de la lucha contra las probabilidades. El Chapecoense vio la luz en el 2009, cuando consiguió clasificarse para la cuarta división y ahí comenzó un despegue que, siete años después, lo conviertieron en la revelación suramericana y, además, con las cuentas saneadas.

“El club cambió mucho desde mi llegada. El bus era muy viejito y ahora es bueno (…). Muchos jugadores no tenían los medios para ir a entrenar en coche. Iban en autobús a los entrenamientos. Ahora somos más respetados y conocidos”, contó Rangel, máximo goleador de la historia del ‘Verdao’, al diario ‘Lance’.

Olvidado

Desde su vuelta a la élite en el 2014, el equipo se instaló en la zona media-baja de la tabla, poco propicia a las pasiones. Al menos, no las suficientes para atraer al público de esta ciudad de unos 200.000 habitantes que apenas prestaba atención a su equipo. Ni siquiera lo logró esta temporada, donde el Chapecoense acumula una media de poco más de 7.000 espectadores para los partidos del Brasileirao, según el sitio Globoesporte. Hasta que se cruzó en su camino la Copa Suramericana.

Por la compleja fórmula que utiliza la Confederación Brasileña para elegir a los equipos que disputarán la competición, el ‘Huracán del oeste’ debutó en el 2015. Y fue un flechazo. En el primer torneo internacional de su historia, el Chapecoense logró vencer al todopoderoso River Plate, aunque se quedó a las puertas de la semifinal. No importó, había nacido una estrella.

‘Habemus finalista’

Este año, en la resaca de la euforia, las cosas no empezaron bien. El técnico del milagro, Guto Ferreira, cambió de equipo y a mitad de temporada llegó Caio Junior. De nuevo en la Suramericana, el ‘Verdao’ perdió en el primer partido contra su propia réplica, el todavía más modesto Cuiabá. El Chapecoense respondió después en la vuelta y comenzó un viaje que lo llevó a la final.

Gran parte de la culpa la tiene Danilo, un arquero de 31 años curtido en el fútbol humilde. Si ante Independiente detuvo cuatro penales para pasar a cuartos, ante el San Lorenzo su pie milagroso valió una final. Por entonces, Caio Junior apenas le pedía a Dios desde la banda que el árbitro pitara pronto.

“En el final sólo estaba rezando para que acabara el partido. Es duro, has trabajado y un balón puede cambiarlo todo”, contó después.

tomado de www.eltiempo.com

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