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¡El infierno se acabó! América es, de nuevo, de la A.

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Con goles de Farías y Martínez Borja, el equipo de Hernán Torres se aseguró el ascenso.

Con una impresionante fiesta en el estadio Pascual Guerrero, que hacía rememorar aquellos momentos de gloria, América de Cali saltó al terreno de juego con la firme convicción de entregarles a sus aficionados la alegría de salir de ese infierno de la segunda división que lo tuvo atormentado durante cinco largos, larguísimos años. Ernesto Farías y Cristian Martínez Borja fueron los actores principales, los héroes de primera clase que le dieron un final feliz a una película llena de dramas. Sus goles frente a Quindío hicieron reventar las gargantas de los aficionados que festejaron como un título el ascenso.

El último partido del cuadrangular contra Quindío tuvo todos los condimentos para recordar cada uno de los cinco años que estuvo enterrado en la segunda división, en un hecho que jamás se podrá olvidar y los hinchas de otros equipos siempre se lo recordarán. Balones que no entraban, un autogol, suspenso en su pórtico y nervios que carcomían a todos con el paso de los minutos.

Sin embargo, Hernán Torres, técnico del América, alineó a 11 hombres que tenían claro el ideal del ascenso. Se insistió una y otra vez en la búsqueda de esos goles que retornaran al conjunto vallecaucano a primera división, y la hinchada no paró de alentar y apoyar eufóricamente a sus nuevos ídolos para que se diera esa victoria. La convicción fue tan grande que el triunfo 2-1 se celebró a rabiar; el suspiro al quitarse esa enorme cruz que se cargaba fue tan alentador que los abrazos entre unos y otros estuvieron acompañados por risas, lágrimas y aplausos. La imagen del 2011, cuando Jairo Castillo erró su cobro final frente a Patriotas y Carlos Chávez llenó de tristeza a los aficionados al mandar su cobro al fondo de la red, ya quedó en el pasado.

Una vez terminado el encuentro y cuando el ascenso ya era un hecho, los jugadores fueron a cada una de las tribunas a festejar con los asistentes al Pascual Guerrero. Saltos, cánticos y gritos retumbaron en el estadio y se escuchaban en sus alrededores. Luego, Camilo Ayala fue el encargado de tomar la vocería y reunir a todo el plantel en la mitad del campo para hacer el momento espiritual. Cada uno de los jugadores se fueron arrodillando formando un círculo y el volante comenzó con su discurso. “En esta tarde todo se nos dio por ti Señor (hablando de Dios). Este es el único himno que tenemos para ti. Gloria a todos, porque esto es para ti señor. ¡Vamos carajo!”, exclamó enérgicamente en medio de su felicidad.

Camino difícil

El encuentro frente a Quindío resultó tan complicado como se esperaba. Desde el primer minuto, los aficionados alentaban a rabiar cuando sus jugadores tenían la posesión del balón y chiflaban cuando el rival tomaba la iniciativa. Desde temprano, Martínez Borja y Farías inquietaban el área rival llevando peligro. Dos acciones consecutivas tuvo América para abrir el marcador antes de los quince minutos. Diego Herner se encargó de tener la primera oportunidad, pero cuando estuvo frente al arco remató desviado y en el rechazo de los de Armenia, Ayala remató por fuera.

Minutos después fue Brayan Angulo el que hizo saltar a los aficionados cuando quedó solo en el punto penal, remató con la pierna izquierda y Jéider Riquett sacó milagrosamente el balón de la línea. Era un golpe a la moral de los hinchas. El balón se negaba a entrar y los recuerdos de partidos como el del 2012 en la promoción frente a Alianza Petrolera venían a la memoria.

Sin embargo, a los 20 minutos, Jeison Lucumí se inventó una jugada individual y le lanzó un preciso centro a Farías, quien bajó en el pecho, se acomodó y sacó un potente zurdazo que se metió en el arco. Desahogo total, la primera división estaba cerca.

Pero la ilusión duró poco. Minutos después fue Jonny Mosquera, jugador del América, el encargado de silenciar el estadio. El volante desvió el balón en un tiro de esquina y terminó anotando en propia puerta. El espectro de la B asustaba a los americanos con seguir un año más.

Sin embargo, este América era muy diferente al de los años pasados. No se angustió, trabajó tranquilo en búsqueda del otro gol. El empate no le servía, y todos trabajaron con coraje. Borja, Lucumí y compañía seguían atacando. La marea roja en el estadio empujaba más y más.

Cerrándose el primer tiempo volvió el júbilo; una sujeción sobre Lucumí en el área fue decretada como penal por Wílmar Roldán. Al cobro fue Borja, que sin miedo mandó el balón al fondo de la red, y el carnaval se volvió a prender en el estadio.

El segundo tiempo fue de angustia, y los segundos parecían minutos y los minutos, horas. Quindío se montó en el partido, aunque no llevaba peligro. Sin embargo, cuando estaba cerca el pitazo final, un cabezazo enmudeció nuevamente al estadio, pero Carlos Bejarano estaba designado a ser figura y paró el balón sobre la línea, sí la línea, y cuando faltaban segundos por jugar.

Al final, Roldán pidió el balón y decretó el final no solo del partido sino de la agonía, del desespero y de la maldición. América de Cali después de cinco años les cumplía a sus hinchas y regresaba a la primera división.

Pasaron ocho técnicos, jugadores de diferentes nacionalidades y bastantes amarguras para lograr el ascenso a la primera división, pagando el precio de malas dirigencias y crisis económicas y administrativas, lo que debe ser un espejo para no volver a repetir.

Su paso por la B no se olvidará y será recordado, pero es mejor que lo hagan en la A que seguir en ese infierno…

tomado de www.eltiempo.com

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