En el lugar de Nueva York donde la salsa se volvió música caliente para el mundo ahora hay un edificio moderno con un portero latino de uniforme gris, y cuando le preguntan si conoce la historia de aquel concierto se encoge de hombros y responde: “No”.
Estamos en el número 310 de la calle 52 oeste de Manhattan, entre las avenidas Octava y Novena, una zona próxima a Times Square donde abundan los teatros y clubes nocturnos.
En esta dirección funcionó una disco ya desaparecida llamada Cheetah, que el 26 de agosto de 1971 albergó una velada mágica para que la salsa pasara a ser el fenómeno cultural que hoy se conoce en el mundo.
Y todo ocurrió de forma casi inesperada.
“Era un jueves a la noche, nadie pensó que conseguiríamos llevar algo de gente a ese club Cheetah”, recuerda Larry Harlow, pianista de Fania All-Stars, la banda que tocó aquella noche.
El grupo reunía varias estrellas de la música latina —desde Ray Barreto hasta Willie Colón, desde Johnny Pacheco hasta Bobby Valentín— que prácticamente nunca se habían presentado juntos pero de pronto atrajeron multitudes.
“Había filas todo alrededor de la cuadra. Metimos un par de miles ahí, esa es una de las razones por las que elegimos el Cheetah: porque tenía una platea alta y podíamos llevar mucha gente”, dice Harlow en diálogo con BBC Mundo.
Pero antes de evocar lo que pasó exactamente dentro de la disco, es necesario retroceder un poco más en el tiempo.
Un laboratorio especial
Aunque no se los denominara salsa, la música y el baile latino tuvieron una fuerte presencia en Nueva York a lo largo del siglo XX y especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.
Inmigrantes de Cuba, Puerto Rico y América Latina en general trajeron diferentes ritmos a la ciudad, como el mambo, que sonaba los miércoles a la noche en el Palladium Ballroom, un local de baile a pocos metros de donde estaría el Cheetah.
En Palladium tocaron grandes como Tito Puente o Machito, y si bien reunía a un público principalmente latino, su ubicación en el corazón de Manhattan lo hizo un lugar conocido para la ciudad.
“Estaba en Midtown, entonces ahí había judíos, italianos, irlandeses, afro-americanos…”, señala Derrick Washington, antropólogo y curador de una exhibición sobre “Ritmo & Poder: Salsa en Nueva York” que presenta actualmente el Museo de la Ciudad de Nueva York.
La música latina tuvo en la Gran Manzana una especie de laboratorio donde tomó influencias del jazz, incorporó trombones y otros instrumentos, y desarrolló en sus letras referencias a cuestiones como la discriminación o la pobreza.
Todo esto en un contexto general marcado por la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la guerra de Vietnam y el embargo a Cuba, que llevó al público local a escuchar menos los ritmos propios de la isla y más el flamante sonido latino de Nueva York.
Y el concierto en el Cheetah, que juntó artistas de diversos orígenes, sacó definitivamente la música latina de lugares más reservados del Bronx o “El Barrio”, en Harlem este, para volverla algo perceptible para todos.
“Había mayormente latinos allí”, dice Washington a BBC Mundo, “pero había gente muy diferente”.
“La banda comenzó a tocar”
Claro que algunos golpes de efecto contribuyeron a hacer de los Fania All-Stars y su noche en el Cheetah un fenómeno peculiar, con ribetes legendarios.
Fueron ellos quienes impulsaron la denominación de “salsa” para la música que producían, se dice que por ocurrencia de Pacheco, aunque la expresión ya aparecía en la letra de viejas canciones cubanas.
“La música salsa se estaba tocando hacía años. Tenía un nombre diferente: se llamaba música afro-cubana”, explica Harlow. “Nosotros le pusimos un nombre. Y ese nombre quedó como pegado. Tito Puente solía decir: ‘¿Salsa? Pongo eso arriba de mi spaghetti‘”, agrega antes de soltar una risa.
“Salsa es solo un nombre. Es realmente música afro-cubana con un poco de bebop y destreza de Nueva York metidos dentro”, define.
Otro factor clave es que el concierto fue grabado y filmado en 16 milímetros para el documental Our Latin Thing (Nuestra Cosa), dirigido por el estadounidense Leon Gast, quien años después ganaría un premio Oscar por otro documental: When We Were Kings, sobre la pelea por el título de peso pesado de boxeo entre Mohamed Alí y George Foreman en Zaire en 1974.
“El Cheetah fue un lugar fabuloso… Tenía algo”, asegura Gast a BBC Mundo. “Una vez que la banda comenzó a tocar, la gente bailaba sin importarle nada”.